7. oct., 2022

POLLITOS

Ya me direis a qué niño no se le ha ocurrido pedir a sus padres tener una mascota para él.

Puede ser un perro, un gato, un hamster, un pato o como me pasó a mi, un pollito. 

Lo que me provocaba una y otra vez pedir a mi madre que me comprase uno, era una pequeña tienda que había en la plaza de Manuel Becerra, en Madrid, cuyo escaparate estaba a pie de calle, o sea a mi altura. Siempre que pasabamos por allí, indudablemente, me paraba a mirar esa colección que exhibían, terminando siempre con la petición: Mamá, me compras un pollito?

Y así una vez y otra, hasta que ya por fín accedió a comprar uno. 

Para mi fué una gran alegría, pero el problema se le planteaba a mi madre. ¿Dónde podemos poner el pollo?

Como era invierno, se le preparó en una caja de esas de cartón de los zapatos, el habitáculo ideal para que estuviera. Hasta ahí, de momento bien, porque el pollo era aún pequeño y no le había enseñado su mami a saltar y salir de allí, pero el instinto lo tienen muy desarrollado y pronto empezó a saltar y salir de la caja. 

Lo curioso era que se dirigía, sorteando tantos obstaculos como hubiese, a ponerse al lado de mi plato, donde picoteaba la comida. A mi madre eso le parecía una guarrería y cogia al pollo poniendole de nuevo en su caja, pero él dale que dale, seguía saltando y poniendose junto a mi plato. Así hasta que mi padre dijo a mi madre, déjale que de ahí no pasa, no ves que está con la niña?

Así fueron pasando los días y llegó el día en que ocurrió una pequeña tragedia. 

No os he contado que para que el pollo no tuviese frio, su caja la habían colocado junto a esa cocina de hierro que teníamos, pegada a la chimenea del tiro, por lo tanto estaba asegurada la buena temperatura. 

En el hábito qua ya tenía el pollo, saltó y con la mala suerte de ir a caer a una sartén con aceite que estaba calentandose para poder freir unas patatas. No digo cómo salió el pobre, diría que volando, aunque aún no sabía, pero huyó como alma que persigue el diablo.

Aún así su objetivo era claro, quería ir a mi lado, junto a mi plato. 

Tuvo suerte y no se achicharraron sus patitas, pero el susto nos lo llevamos todos. Había que buscar otro sitio para poner su caja y que no volviese a pasar lo mismo.

En esa época, enfermé teniendo que estar en la cama y mi madre no quería ni de broma que metiera al pollo allí. 

El pobre la seguía buscandome y solo una vez le echó de allí, al día siguiente, se escondió debajo de la cama y cuando mi madre abandonaba la habitación, salía y yo le cogía. 

Todo marchaba más o menos bien, hasta que un día llegó la tragedia. Mi amigo plumifero andaba por la casa como quería, hasta que un día, llamaron a la puerta, se produjo corriente y se cerró la puerta de la cocina de golpe, aplastando al pobre pollo. 

Así que ahí se terminó la historia del pollito. 

 

 

 

 

7. jul., 2022

Esa memoria

Lo que es la vida, casualmente hace unos días vi en una pagina de internet una silla de las que antes se tenían en casi todas las viviendas más o menos humildes. 

La foto que publico demuestra lo que resulta del abandono de las casas de los pueblos, donde nadie se ha hecho cargo de ellas y seguro que habrá alguna que otra reliquia de los tiempos en los que había vida dentro de ella. Esta silla seguro que no le interesó a nadie y ahi se quedó esperando que alguien volviera a utilizarla. Qué historias nos podría contar si acaso pudiese?

No todo el mundo podía tener para el uso frecuente unos muebles mas ornamentados y costosos, por lo que rara era la cocina, de ciudad o de pueblo que no tuviera esas sillas.

Para no ser diferentes en mi casa teníamos dos y lo normal era que con el uso, se estropease la enea y se hicieran algunos destrozos. 

En los barrios había artesanos que se ocupaban de su arreglo, por lo que quedaban como nuevas, luego una mano de pintura y listo, otra vez a resistir los pesos de los habitantes de la vivienda.

Que yo recuerde, eran mi madre y mi abuela materna quienes las utilizaban más y luego tanto mis hermanas como yo, las usabamos para jugar, hasta que llegó el día en que la cocina se modernizó y con ello llegaron las sillas de formica y acero inoxidable, muy limpias, pero sin vida. 

Cuantas cosas que se usaban en las casas fueron a parar a los traperos y que hoy, se venden en los anticuarios o en el rastro madrileño.

Pongo por caso esos cabeceros de las camas que eran de niquel, algunos de ellos muy elaborados y que hoy se ven en casas rurales o en esas viviendas que quieren mantener cierto aire de a antiguedad.

Mis padres tenían un cabecero así, luego desapareció y llegó uno tapizado de piel, muy chulo, pero nada que ver con el que había original.

En la casa de mis suegros, si que tenían el suyo de siempre, y de verdad que me hubiera gustado tener uno en la mía, pero bueno, así son las cosas. 

Nos hemos vuelto muy "modernos y derrochones"

 

6. jul., 2022

RELIGION

En mi familia, salvo mi abuela materna, nadie era religioso en cuanto a la práctica de los actos propios.

Nunca lo pregunté, pero como era de obligado cumplimento por la sociedad, fuimos las cuatro hermanas bautizadas, hicimos la primera comunión y cómo no también nos casamos por la Iglesia, sobre todo por lo que en esos momentos era lo adecuado y mis hijos bautizados. 

La primera vez que pisé una Iglesia, fue de muy niña y acompañando a mi abuela. Estuvimos  en Covadonga, que está en la plaza de Manuel Becerra, en Madrid.

En esa Iglesia, se casaron mis amigas y mis hermanas, a mi me tocó en otra más pequeñita. 

Cuando entré, la vi toda oscura y porqué no decirlo, un poco tétrica que a decir verdad, me asustó, menos mal que duró poco la visita, mi abuela me dijo que me arrodillase y eso hice, siempre fuí muy obediente. 

Al cabo de los pocos años, llegó el momento de la Comunión. El colegio donde estaba nos llevó al grupo a la iglesia de San Francisco El Grande, una gran Iglesia, pero igual que me pasó la primera vez que fui a la de Covadonga, estaba oscura o por lo menos así la ví. Allí hicimos el ensayo y para casa.

Al cabo de los muchos años volví, eso sí a admirar el monumento que es y la riqueza que tiene, era un día soleado por lo que por sus ventanales entraba la luz a raudales.  Es un gran edificio que merece la pena ser visitado.

Siguiendo con mi tema de la religión, después de esto, mis padres solicitaron una beca para mí y se la concedieron, eso sí para un colegio de monjas, en la otra punta de la ciudad, donde para ir, tenía que coger un autobús, cuatro veces al día. Circulaba por la Gran Vía cuando todo era esplendor de cines, carteles enormes que publicitaban la pelicula que se proyectaba en cada uno de ellos y que según el interés que demostrase la audiencia, podían tirarse meses allí. El poder ir a un cine de estreno en la Gran Vía, era todo un lujo. Solo fui una vez a ver a Marisol y cuando entré en el patio de butacas, que hoy es una tienda de ropa, quedé asombrada de ver esas lamparas que colgaban del techo, fue toda una experiencia. 

En ese colegio, como era lo natural, había que cumplir con toda la liturgia, como me pillaba demasiado lejos, no acudía a las misas que se celebraban cada domingo, por lo que el lunes nos preguntaban por el Evangelio y de qué color era la casulla que llevaba el celebrante, por lo que ya pasó a ser un ritual a cumplir cada domingo, ir a Misa con mis amigas del barrio, pero está claro que no vivía esa religiosidad, cumplía y ya está.

Lo que llevaba peor era cuando se acercaba la Semana Santa. Se hacían ejercicios espirituales, no podíamos hablar entre nosotras y las unicas lecturas que se nos permitían, eran las de caracter religioso. En esa época, mi madre empezó a creer que yo podría meterme a monja.

Ahí con lo que me gustaba y me sigue gustando leer, me empapé de todas las vidas de los santos.

No comprendía para qué servía todo eso. Tenía diez años, qué podía entender yo.

Como era de rigor, se tenía que hacer en esa semana el recorrido por las estaciones. Caminaba junto con las amigas y amigos de la pandilla, pero igual que en el colegiio, sin entender el porqué.

Otra cosa que se hacía en esa Semana, era ir al cine a ver las películas propias, tales como La Pasión de Cristo, etc., etc., Preferentemente elegía las que tuvieran algo más de aventura, porque todas esas semanas era mas de lo mismo. 

En una ocasión, no se porqué me quedé sola, probablemente bajé tarde a la cita que teníamos y no quería volver a casa, así que me metí en un cine que había en la calle de Ayala, muy cerca de mi casa, a ver una de esa pelìculas. 

Estando ensimismada viendola, un señor que estaba a mi lado, intentó sobarme, a lo que salí disparada de allí sin más historias. 

Seguí acudiendo a la Misa, mas bien por costumbre que por estímulo religioso. 

Enfrente de mi casa, había un colegio de sordomudos donde oficiaban todos los domingos una Misa, a la que nos gustaba ir, porque era todo por el lenguaje de signos, había un silencio total y sí que procurabamos ir los de la pandilla. 

Todo fué transcurriendo con ese habito, hasta que un día de verano, con un calor de narices, a las cinco de la tarde, puesto que por la mañana no habíamos podido ir, fuimos a una iglesia que estaba cerca y ahí vino mi abandono total, quizas era porque ya estaba ahí en mi fondo, pero que en ese momento se desató.

El oficiante, una vez que leyó el Evangelio, se sentó a meditar, pero porras, se quedó dormido, todos esperando a que continuase, pero nada, el buen hombre se había quedado como un cesto.

Al cabo de un buen rato, el monaguillo viendo que aquello se hacía eterno, le despertó.

Pues bien, desde ese momento, decidí que se acabó, no vovlería más a no ser que fuese por alguna ceremonia específica. 

Generalmente observamos que las personas más mayores son las que acuden más a los actos religiosos. Tengo que decir que mi madre no lo hizo. En la residencia todos los domingos se oficiaba la Misa y aunque las auxiliares la propusieron llevarla, ella nunca quiso. 

Lo cierto es que nunca le pregunté porqué, pero no es extraño, dado que la vida no fué generosa con la salud de mi padre y no tenía motivos para agradecer ni pedir nada en el sentido espiritual.

13. may., 2022

SIN TI

Por supuesto que no soy la única persona en el mundo que ha perdido a un ser querido, en este caso quiero hacer mención a la ausencia de mi madre.

Cuatro años ya y parece que fué ayer cuando estaba ya muy delicadita, no tenía ganas de vivir, le daba igual que estuviesemos con ella intentado que comiera algo de gelatina, o una infusión, algo que le pudiera nutrir, pero no, ya había tirado la toalla, estaba cansada de luchar por una vida sin alicientes y con el sufrimiento de todo lo que ha vivido y sufrido.

No le importaba ya y se marchó sin hacer ruido, silenciosamente. 

Cuanto hubiera dado yo por haber tenido su mano entre las mías en ese último suspiro, sabía que estaría con ella en un breve espacio de tiempo, pero no quiso, se marchó y desolada me dejó.

No solo hoy recuerdo su memoria, siempre en miles de detalles está conmigo.

Mi hija mayor dice que sueña con ella muchas veces y que se hablan. Es un consuelo para ella.

Ya no pudimos celebrar contigo el día de la madre, ese día estabas en urgencias y aprovechaste para despedirte de los que estabamos contigo en ese momento, agradeciendo a tu biznieta mayor que ese día te diera la cena en el hospital. Diste las recomendaciones adecuadas a tus nietas, para que aunque ella no estuviera, siguieramos siendo una familia unida.

Pues así lo estamos cumpliendo, no perdemos la oportunidad para estar juntos y celebrar la vida. 

Gracias madre por todo lo que nos inculcaste y por el amor que nos diste y que procuramos corresponder. 

Sigue velando por todos nosotros. 

Te quiero madre 

1. may., 2022

Dia de la madre

Cada primer domingo de mayo, se celebra el día de las Madres

Quiero reivindicar a todas esas madres que viven el final de sus días, en sus casas o en residencias, alejadas del amor de sus hijos.

Es que acaso no la consideran lo suficientemente necesaria en sus vidas?

No piensan en esa mujer que les dio el ser, les cuidó, alimento, vistió y educó? 

Mas aún, suele ocurrir, que si acaso se enteran, de que su madre, se fue de este mundo, entonces acudirán, como aves de rapiña a coger todo lo que su madre atesoro.

No se llevan ese álbum de fotos, que su madre veia una y otra vez, recordando y recorriendo con sus dedos los rasgos de sus hijos. No eso no lo quieren, solo les interesa los cuatro cuartos y las pocas cosas de valor que aún tuviese.

 

A algunos se les escapa alguna lágrima de esas que no significan nada.

No saben las lágrimas que derramó su madre por esa ausencia de cariño y amor.

Direis que soy mala persona, seguramente, pero les deseo que tengan un final semejante, entonces, quizas, recuerden, que también se los negaron a la suya.

Eso que dicen del Karma, ojo que a veces ocurre.

Mi resumen de hoy, va dedicado a esas madres y padres, olvidados por sus descendientes y todo mi cariño y respeto hacia ellos.

 

1 de mayo de 2022